Los Saludadores.

Hace tiempo que por una de esas «coincidencias» no hago más que encontrarme con Saludadores, gente que me pregunta por ellos, libros que los nombran y un larguísimo etc. Asi que me he decido a poner un post al respecto.

Saludador es una palabra que deriva del latín salutator-oris «el que cura» «el que restaura la salud» aunque en el diccionario actual de la RAE pone:

1. adj. Que saluda. U. t. c. s.

2. m. Embaucador que se dedica a curar o precaver la rabia u otros males, con el aliento, la saliva y ciertas deprecaciones y fórmulas.

Los Saludadores eran (son) personas que se dedicaban a sanar la rabia de personas y animales y que según la tradición solían ser el séptimo hijo varon de una familia en la que no hubiese nacido ninguna mujer, y que recibía sus poderes justo en el momento de su concepción. Además podrían ser Saludadores aquellos que nacían la noche de Navidad y las noches de Viernes Santo y que tenían en el paladar una cruz. La séptima hija o mujer nacida en Viernes Santo o Navidad que tenía la cruz en el paladar podían ser saludadoras o brujas.

La inquisición no se puso jamás de acuerdo sobre ellos y mientras en algunos sitios los perseguían, en otros sitios se les veneraba. En las ciudades donde se les ponía a prueba pasaban estos ritos: curar a perros con rabia con la saliva; apagar una barra de hierro y un trozo de plata al rojo, con la lengua. Una vez pasadas las pruebas les daban una licencia de saludador.

Los primeros datos sobre ellos aparecen en el siglo XV y llegan hasta los años ochenta. Los más famosos vivían en Murcia, La Rioja, Valencia,
Navarra, Cuenca, Soria, Valladolid, Burgos, Segovia, Guadalajara, Alicante, entre otros sitios.

Un poquito mas …

Nada de particular tiene que en el siglo mantenga sus prestigios el
saludador, sin que prevalezca el varapalo del fraile Feijoo quien le hace
subir al tabladillo de su teatro para desenmascarar a éstos que, dirá, «ni
curan por gracia ni por desgracia particular».
El saludador, ya digo, sigue arraigado, e incluso recibe licencias y aprobaciones municipales.

El saludador nace y no se hace, pues opera por gratia data,
curando personas y animales, preservando cosechas,
librando al pueblo de bestias dañinas; de ahí que sus prestigios rebasen
los esquemas de la humana ciencia. En Murcia, y ya en nuestro tiempo,
registraba Ruiz Funes como seres tocados de tan singular don,
a los nacidos en jueves y viernes Santo en la huerta; en los días del Corpus,
de la Ascensión, de la Cruz y de San Pedro; a los que mostraban una cruz
en la bóveda del paladar (variante vernácula de la rueda de Santa Catalina, en otros lugares);
y a los que han llorado en el vientre de su madre.

Lo cierto y verdad es que el siglo XVIII mantiene en i Murcia al salu-
dador, del que Torres Fontes ha encontrado huellas locales en tiempo de
los Reyes Católicos. Tres años antes de comenzar la centuria, el vecino
Fulgencio Sevilla eleva memorial a la Ciudad solicitando licencia para
saludar; aduce, para obtenerla, que Dios nuestro Señor se ha servido
concederle la gracia de saludar y desea comunicarla en honra y gloria
divinas y para beneficio de convecinos: el saludador Fulgencio no soli-
cita sin crédito previo, pues ha verificado —^y así lo reseña— prueba de
sus prodigiosos dones ante dos Regidores y el Escribano mayor, y tal ha
sido el medir con los pies descalzos ima barra de hierro encendida en la
fragua, sobre la que luego pasó la lengua «después de saludarla».

Tan concluyentes signos llevan al Concejo a autorizar a Fulgencio para que
libremente pueda saludar sin pena alguna.
La gracia del saludador no es sólo reserva seglar, pues que también
se aloja en los clérigos: en 1758 moría Fray Manuel Jerónimo Esquivel,
murciano residente en Vélez Blanco quien, habiendo renunciado a una
cátedra de Teología tenía gracia de dirección y curación de «energúme-
nos y maleficiados», que le iban a buscar desde pueblos distantes y a los
que sanaba de cuerpo o de espíritu, según la naturaleza del daño, por «la
eficacia de sus conjuros». Es, como se comprueba, una variante de las
artes de saludar, pues que Fray Manuel Jerónimo se ladeaba, por así
decir, al exorcismo.
Y es que, por lo que tengo verificado, el saludador
murciano no reduce su gracia —como era común— a la hidrofobia, aún
cuando este mal fuese el que diera al oficio mayor predicamento. El
mismo año de la muerte del fraile Esquive!, otro saludador es reconocido
por la Ciudad: se trata de Juan Manuel Arroyo, a quien el municipio
concede licencia para saludar «del accidente de rabia», en vista de haber
acreditado su especial habilidad ante un Regidor comisario.

Antiguos curanderos? Es curioso el termino «el arte de saludar»,
esta claro aqui en el pasado tambien teniamos nuestro «arte».

Un saludo.

Fuente: Arikelilla (wiccanos.com) y LA OTRA MURCIA DEL SIGLO XVIII
POR JUAN GARCÍA ABELLAN.

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