
Hasta la dictadura de Julio César, la fiesta se celebraba el 17 de diciembre, día en que los senadores y los caballeros romanos, aderezados con sus togas ceremoniales, ofrendaban al dios un gran sacrificio, seguido, como era costumbre, de un banquete público que culminaba con el grito de Io Saturnalia. Pero el gran estratega debió de considerar que una sola jornada era escasa honra, y prolongó las Saturnales hasta el día 19. Siguieron su ejemplo Augusto y Calígula, que añadieron sendos días, y Domiciano cerró la ampliación el día 23 de diciembre. Por tanto, a finales del s. I d. C. las Saturnales duraban una semana completa, consagrada especialmente al regocijo y la convivencia. Contribuía a ello la suspensión de numerosas actividades públicas: la escuela, el Senado y los tribunales de justicia interrumpían sus funciones; se liberaba a los prisioneros, que agradecidos depositaban las cadenas en el templo de Saturno; y hasta se aplazaba la ejecución de las penas capitales. Los romanos intercambiaban regalos y visitaban a amigos y familiares. Eran fiestas de excepcional permisividad, pues actitudes prohibidas o inusitadas durante el resto del año recibían licencia en las Saturnales. Dormitaba, por ejemplo, la ley, severísima, sobre los juegos de azar, y los romanos veían crecer o mermar su patrimonio en el juego de los dados, las tabas y la lotería. Pero nada más llamativo (y carnavalesco) que el protagonismo que adquirían los esclavos. Durante estas jornadas vestían las ropas de sus señores, que les servían en la mesa, mientras ellos despotricaban contra sus dueños sin temor a castigo alguno. Esta inversión de la jerarquía social ha quedado reflejada en la imagen que adorna el mes de diciembre en el calendario litúrgico (ca. 354) de Furio Dionisio Filocalo, donde se aprecian, como motivos evocadores, unos dados en la mesa y una inscripción marginal que reza: «Ahora, esclavo, se te permite jugar con tu señor».
Terminaban las Saturnales, según lo dicho, el 23 de diciembre. Pero he aquí que en el año 274 el emperador Aureliano, preocupado por el sincretismo religioso, introdujo el culto siríaco del Sol Invicto, cuyo natalicio se celebraba el 25 de diciembre, cuando el sol, superado el solsticio, recobra su poderío de luz en los días.

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