La enseñanza de Cerridwen

Mitología

Para los galeses, Cerridwen es una triple Diosa (doncella, madre y anciana) cuyo animal totémico es la gran cerda blanca. Se la relacionaba con la luna, la inspiración, la poesía, la profecía, el cambio de forma, y con la vida eterna que pasa por el nacimiento y la muerte. Cerridwen tenía dos hijos. Uno era hermoso y el otro feo. Queriendo que el feo destacara en algo, Cerridwen le hizo un brebaje mágico. Le llevó un año y un día hacerlo, pero el brebaje haría de él una persona inspirada y brillante. Dejó a Gwion, su ayudante, que vigilara el brebaje, y le prohibió que bebiera de él. Pero accidentalmente, algunas gotas del mágico líquido le salpicaron la mano y, al quemarse, se llevó la mano a la boca. De forma instantánea, lo supo todo, incluso que Cerridwen intentaría matarlo. Gwion huyó y Cerridwen salió en su búsqueda. Y, tras muchos cambios de forma, Cerridwen se tragó a Gwion, dándole a luz nueve meses después.

Cerridwen nos enseña en nuestra vida el misterio de la muerte y el renacimiento. Cuando algo está muriendo, y conviene soltarlo para que algo nuevo puede renacer. Conocemos la danza de la tierra gracias a sus estaciones, los ciclos de la luna. La materia ni se crea ni se destruye, sino que se transforma. Y lo mismo ocurre con nosotros. Para vivir plenamente y en la totalidad, tenemos que aceptar la vida con todo lo que conlleva, incluyendo la muerte y el renacimiento. Desprendiéndonos de lo que ya no nos sirve e ir en pos de nuestra totalidad.

Muchas veces llegamos a finales de ciclos, de una relación, de un trabajo, o de una situación en particular, y nos da miedo desprendernos de ello. O quizás sentimos que nos estamos muriendo, cuando solo una parte de nosotros tiene que dejar espacio para que entre algo nuevo. Puede que nos resulte muy difícil de aceptar la idea de que existe la muerte, y nada más que la muerte. La vida en una cultura patriarcal nos ha privado la idea de muerte y renacimiento, una idea relacionada con la Diosa. La totalidad se nutre se nutre cuando tomamos conciencia de que cada paso en el sendero de la vida es también un paso hacia la muerte y el renacimiento. Se alcanza la totalidad cuando podemos aceptar la muerte y el renacimiento y danzamos con ellos. Cerridwen nos enseña que ella siempre nos dará a cambio lo que le hayamos dado nosotros a ella. Cambiará, se transformará, pero nosotros obtendremos lo mismo a cambio.

Meditación del Caldero de Cerridwen.

Buscaremos un momento y un lugar en los que no vayamos a ser molestados. Nos sentaremos o acostaremos cómodamente, con la espalda bien recta. Cerraremos nuestros ojos. Inspiraremos profundamente y soltaremos el aire lentamente mientras contamos hasta diez. Inspiraremos profundamente de nuevo y volveremos a soltar el aire contando hasta diez. Volveremos a respirar profundamente y, mientras espiramos, veremos, percibiremos o sentiremos un túnel. Puede ser un túnel que conozcamos o uno imaginario. Nos veremos delante del túnel y pasaremos nuestros dedos por las paredes de la entrada. Oleremos su atmósfera. Y, ahora, entraremos en el túnel. Es agradable estar ahí, la temperatura es cálida, y está bien iluminado; y, mientras comenzamos a descender, cada vez más profundo, adentrándonos más y más en la tierra. Seguiremos descendiendo, y nos sentiremos cómodos y relajados, hasta que lleguemos al final del túnel. Hay una luz al final del túnel, la luz del Otro Mundo.

Entramos en el Otro Mundo y nos encontramos con Cerridwen. La Diosa nos toma de la mano y nos lleva hacia su caldero. Es enorme y de color negro y ella lo remueve con un enorme bastón. Cerridwen nos pide que pongamos dentro del caldero todo lo que necesite una transformación, o bien todo aquello de lo que convenga desprendernos, cualquier cosa que necesite morir. Nosotros ponemos todo en el caldero y lo observamos. Cerridwen comienza a remover el caldero en sentido contrario a las agujas de reloj y después de un momento ella se detiene y comienza a girar en deosil, el camino a la vida.

Al cabo de un rato, la Diosa cesa de remover el recipiente y deja el bastón a un lado, mientras introduce la mano en el caldero. De él saca lo que nosotros hemos colocado dentro de él y pone delante de nosotros. Todo ha sido transformado, exactamente en lo que nosotros necesitamos. Le damos las gracias a Cerridwen, y la Diosa nos pide que le hagamos un regalo, cosa que nosotros hacemos de buen grado. Preparados ya para regresar, nos dirigimos hacia el túnel de nuevo, llevando con nosotros todo aquello que se transformó en el caldero de Cerridwen.

Ahora comienza nuestra ascensión, sintiéndonos descansados y llenos de energía. Subiremos, seguiremos subiendo, hasta que estemos de vuelta en la entrada del túnel. Saldremos de él y respiraremos profundamente. A medida que soltamos el aire nuevamente, regresaremos a nuestro cuerpo. Inspiraremos profundamente de nuevo y; si lo creemos oportuno, abriremos los ojos y sonreímos. ¡Bienvenid@s a casa!

«Yo te doy el nacimiento,
Yo te doy la muerte;
Todo es uno.
Viajas por el sendero en espiral,
Por el sendero eterno
Que es la existencia.
Un devenir constante,
Siempre creciendo,
Siempre cambiante.
Nada muere que no vaya a renacer,
Nada nace que no vaya a morir.
Cuando tú vienes hasta mí,
Te doy la bienvenida a casa;
Luego, te introduzco en mi útero,
En mi caldero de la transformación,
Donde se te remueve y se te tamiza,
Donde se te mezcla y se te hierve,
Donde se te funde y se tritura,
Donde se te reconstruye y se te recicla.
Tú siempre vuelves conmigo,
Tu siempre sales renovad@.
Muerte y renacimiento no son más que puntos
De transición a lo largo del sendero eterno de la vida.»

El oráculo de la Diosa. Amy Sophia Marashinsky.

Fuente: wiccanos.com (Herodias)

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