Juno-Hera

Os suena el mes de Junio? Pues su nombre viene en honor a la Diosa Juno (Mitologia Romana y Hera en la Mitologia Griega)   Pertenecía a la primera generación de dioses del Olimpo y era la mujer y la hermana de Zeus, hija de Cronos y de Rea. Juno-Hera desempeñaba el papel de reina de los dioses y era la diosa del matrimonio y la protectora de las mujeres casadas.

Estaba presente en todos los nacimientos y bodas, pero a pesar del carácter festivo de esas celebraciones tenía una personalidad hosca, vengativa, terca y despótica.

Era todavía muy niña cuando Rea (Cibeles), su madre la entregó a los cuidados de Tetis y Horas. Quería salvarla de la furia de Cronos (Saturno), el padre terrible que devoraba a sus hijos. Lejos del peligro, creció bella pero solitaria. Un día recibió en su escondite la visita de su hermano Zeus (Júpiter) quien, tras derrotar a Cronos en violenta lucha, se convirtiera en señor del Olimpo. Juntos conversaron. Hablaron de las tristezas pasadas y de un futuro mejor. Hera (Juno) se sentía feliz. Pero Zeus ya estaba tan enamorado que no pudo esconder sus sentimientos, y declaró a la hermana todo el amor y el deseo que por ella sentía. Sólo oyó negativas: la diosa no quería ser una más de sus numerosas conquistas. Disconforme, el dios intentó todas las tácticas y todas resultaron inútiles. Hasta que un día de invierno urdió una estratagema. Se transformó en cuclillo y, así, disfrazado de avecilla triste y casi muerta de frío, se acercó a su hermana. Con sus besos, Hera trató de reanimar al cuclillo. Y procuró darle calos apretándolo contra su pecho. Cuando se dio cuenta del ardid ya era tarde: había sido violentada. Llena de vergüenza, pidió al hermano que reparase su falta. Y Zeus le prometió inmediatamente desposarla. Todos los dioses asistieron a la ceremonia de la boda, y ofrecieron a la novia valiosos regalos. Al término de la fiesta, la pareja partió para su noche de bodas, que duró 300 años. Después, la diosa se baño en la fuente de Canatos, en Nauplia, y recuperó la virginidad. Enseguida se dirigió con su esposo hacia el Olimpo donde, al lado de Zeus, soberano de los dioses, habría de reinar, bella y majestuosa, desde su trono de oro.

Sus hijos con Zeus fueron: Ares (Marte), dios de la guerra y la lucha brutal, personaje violento y agresivo; Hefesto (Vulcano), personificación del fuego, dios de la metalurgia, herrero oficial de las divinidades y los héroes; Hebe, representación divina de la juventud eterna, cuya principal función era servir a los dioses el néctar y la ambrosía, además de preparar el baño de su hermano Marte y enjaezar el carro de Juno; y finalmente Ilitía, diosa de la gestación, protectora de las madres en el momento del parto. Pero también esta Tifón (que nació únicamente de Hera, con la ayuda de la Madre Tierra), monstruo terrible, que tenía el cuerpo cubierto de escamas y ojos que lanzaban llamas Era muy celosa y vengativa y perseguía a las amantes y a los hijos habidos fuera del matrimonio de Zeus, gritándole con insistencia, de tal forma, que, el malhumorado Zeus la maltrataba e, incluso, llegó a atarla a un yunque y dejarla colgada del cielo, pero Hefesto, verdugo de ella antes la liberó y la maldad de Hera aumentó, persiguiendo a todas las amantes de Zeus, y en especial, a la ninfa Io.

Las escenas de celos más irritantes, el odio mortal hacia sus rivales, las inflamadas discusiones domésticas, revelan la parte esencial del carácter de Hera (Juno). La diosa tiene los mismos atributos de su compañero, y con el divide el honor de reinar en el Olimpo. Su origen es incierto, aunque se puede creer que no se trate de una divinidad indoeuropea, y que su culto sea anterior a la invasión de lo aqueos. En los tiempos históricos se le atribuía la tutela de los nacimientos, y en las leyendas relativas a Zeus ella formaba parte importante del matrimonio sagrado. Es posible que Hera fuese, tal vez, una de las tantas personificaciones de la antigua diosa-madre, elevada por sobre su naturaleza terrestre por ser esposa de Zeus. Lo mismo que otros dioses griegos, Hera es la imagen de un carácter humano: sus celos, sus venganzas y quejas constantes la hacen el carácter más realista que se puede encontrar entre todas las divinidades de la antigüedad clásica. No es difícil, en consecuencia, comprender por qué su culto asumió tanta importancia en Grecia, especialmente entre las mujeres.

En sus relaciones con Zeus, Hera adopta las actitudes más corrientes, reflejando el prototipo de la esposa media, que exige el amor de su marido en forma incondicional y no admite infidelidades. Se define, pues, como defensora de la monogamia, predicando la aceptación de un único hombre (esposo) como compañero y complemento de la mujer (esposa). Cuando sus ideales de fidelidad no se cumplen -como sucede frecuentemente- abandona el Olimpo para castigar a su marido. Pero el mismo impulso que la aleja hace que retorne. Y, nuevamente al lado de Zeus, trata de consolar su tristeza con la compañía divina.

El marido no consigue entender a la irritada esposa que tanta confusión causa a la paz doméstica. Para él, lo esencial es la paternidad que, para llevarse a cabo, no precisa estar necesariamente relacionada con una única mujer. Pero Zeus es el padre universal, mientras que Hera encarna a la esposa universal.

No obstante, en su papel de esposa no satisface íntegramente a su compañero. Zeus quiere y solicita sus consejos; pero cuando ella se pronuncia lo hace, la mayoría de las veces, para contradecirlo. Sobre todo si están en juego cuestiones relativas a las amantes de Zeus. En Homero (siglo IX a.C.) hay varios ejemplos de estas discusiones, consideradas típicas de una pareja común.

A pesar de su constante agresividad, Hera sabe ceder. Para reconquistar al marido, sentirse nuevamente amada y verse deseada, todos los medios son válidos. Por eso no vacila en pedir en préstamo a Afrodita (Venus) el ceñidor (cinturón) de amor.

Con pocas excepciones, las leyendas relativas a la diosa ilustran su carácter celoso y vengativo, particularmente en lo que se refiere a cuestiones familiares. Ningún deseo perverso, ningún afecto ilegítimo debe perturbar la paz doméstica. El episodio del amor ilícito entre París y Helena, que desencadenó la guerra de Troya, no le merece compasión, a su vez tuvo un papel destacado en la destrucción de Troya porque Paris no la eligió como la más bella. Hera no sólo apoyó la victoria de los griegos, sino que también quiso asistir a la destrucción total de los troyanos. También fue muy cruel con las Prétides, quienes dijeron ser más bellas que ella, y recibieron como castigo una manía que las hacía creerse vacas, mugiendo en todos los lugares en los que se encontraban. Fueron curadas por el experto médico Melampo, quien a cambio obtuvo la mano de la más hermosa de ellas.

Su actitud rígida y moralista puede ser explicada por la circunstancias de su origen: el culto de la diosa surgió, probablemente, en el momento en que los griegos adoptaban la monogamia y precisaban de un ejemplo divino que castigase las transgresiones.

El carácter irreprochable de Hera (con respecto a la honra) fue retratado con mucha fidelidad por los artistas de la antigüedad. En una celebre obra primigenia, Policleto (siglo V a.C.) la presenta como una mujer joven, bella, casta y algo severa; en la cabeza, lleva una diadema; viste discretamente una túnica que la envuelve con nobleza y modestia; en la mano ostenta el cetro, en cuyo extremo están el cuchillo y una piedra preciosa -el granate- que simbolizan el amor conyugal y la fidelidad. A veces suele sostener en la mano una granada, fruta que indica fecundidad. Aunque ésta sea una de las representaciones más características de la diosa, la que parece ser el tipo ideal y más perfecto de la divinidad es la Juno Ludovisi, de rostro ovalado, ojos grandes y boca seria.

Como Júpiter, Juno era venerada en lo alto de las montañas, principalmente en el Peloponeso y en las regiones vecinas. En Argos se encontraba el centro principal de su culto. Y fue entre Argos y Micenas donde, al final del siglo V a.C., se levanto uno de los mayores templos que le fueran dedicados: el Heraion de la región, donde fue colocada la estatua de oro y marfil de la diosa, debida a Policleto.

La diosa, que en Grecia era considerada la esposa fiel, responsable de las buenas relaciones de las parejas, fue asimilada en Roma a la ya existente deidad llamada Juno: a partir de la fusión de ambas divinidades, las características de las dos se ampliaron y se confundieron. De acuerdo con sus atributos, recibió de los romanos diferentes epítotos: así como Juno Lucetia representaba la luz celeste, al igual que Júpiter, su esposo. Juno Pronuba regía la realización de los casamientos y Juno Domiduca conducía a la virgen a la casa de su marido. Juno Lucina, la diosa del parto, ayudaba a los niños a nacer. Más tarde pasó también a proteger a la mujeres grávidas. Juno Osipagína fortalecía al feto. Juno Rumina hacía de la futura madre una buena nodriza. Juno Populonia Era la diosa de la multiplicación de los pueblos. finalmente, Juno Sóspita llegaba al hora del parto para aliviar a la madre del peso de la criatura. En esta última atribución era venerada en Lanuvium, donde se levantaba uno de los templos más famosos construidos en su honor.

Como en varias de sus funciones Juno actuaba como liberadora de las madres -porque las ayudaba en los partos- con el tiempo terminó asumiendo el carácter de liberadora de los pueblos en general. En esta forma ayudó en diversas oportunidades a los romanos en sus luchas.

El culto de la diosa adquirió en Roma una dimensión bastante específica.

Su fiesta principal era la de las Matronalias, celebradas en las Calendas (1° de mes) de Marzo: después de un homenaje a la diosa en el bosque sacro del Palatino, las atenciones se volvían hacia la madre y dueña de casa común, que se recibía regalos del esposo y de los hijos. Según algunos, las Matronalias habrían dado origen al tradicional Día de la Madre.

Funciones:

ncluso más que otras deidades romanas mayores, Juno ostentó un gran número de epítetos significativos y variados, nombre y títulos que representaban diversos aspectos y papeles de la diosa.

De acuerdo con su papel central como diosa del matrimonio, recibía los siguientes títulos:

  • Interduca, ‘la que lleva a la novia al matrimonio’
  • Domiduca, ‘la que lleva a la novia a su nuevo hogar’
  • Cinxia, ‘la que pierde la faja de la novia’

Si bien muchos otros de sus epítetos tienen mucha menos relación temática:

  • Regina (‘la reina’), aspecto por el que fue nombrada en el Templo de Júpiter como parte de la Tríada Capitolina, enfatizando que el papel de la diosa como esposa de Júpiter y reina de los dioses era el más importante en ese contexto. También había templos a Juno Regina en el monte Aventino, en el Circo Flaminio y en la zona que se convertiría en el Porticus Octaviae.
  • Moneta, como protectora de las riquezas del Imperio romano. La etimología de este epíteto es controvertida, pudiendo derivar de mons, ‘monte’, por estar uno de sus templos en la colina Capitolina o de monere, ‘avisar’, por el aviso que dio a los romanos para evitar el ataque de los galos.
  • Lucina (‘la que trae niños a la luz’) y Lucetia (‘la que trae luz’), cuando ayudaba en los partos.
  • Pomona (‘de la fruta’).
  • Pronuba (‘matrona de honor’).
  • Ossipagina (‘la que moldea los huesos’ o ‘la que fortalece los huesos’)

Sin embargo, algunos de estos títulos pueden haber sido inventados como descripciones poéticas y puede que realmente no hayan sido usados en el culto a Juno.

Culto:

El 1 de marzo de cada año, las mujeres celebraban unas fiestas en honor de Juno llamadas Matronalia. Otras fiestas en su honor, las Nonas Caprotinas, se celebraban el 7 de julio. Muchos consideraban el mes de junio, que toma su nombre de Juno, patrona del matrimonio, el más favorable para casarse. Los Calendas de cada mes también estaban consagrados a esta diosa, que tenía fiestas el 1 de julio y el 13 de septiembre.

Juno tenía en ocasiones un carácter guerrero que se hacía aparente en sus ropas. A menudo aparecía armada y llevando una capa de piel de cabra, que era la prenda preferida por los soldados romanos en campaña. Este aspecto guerrero fue asimilado de la diosa griega Atenea, cuya piel de cabra recibía el nombre de égida.

Fuentes: Rincon del Vago y wikipedia.

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