Las Brujas del Asfalto I

Las brujas del asfalto podrían considerarse la generación moderna de las brujas de antaño. En generaciones anteriores, la bruja era un símbolo del mundo salvaje, del bosque, de las cuevas… Él o ella encarnaban ese poder y ese conocimiento de los ciclos, las estaciones, poseían una sabiduría arcana transmitida por la misma tierra ya que sabían escuchar su voz.

Hoy en día el color gris del asfalto nos rodea por todas partes….el flujo constante de luces y sonidos estridentes embota nuestros sentidos…si nos giramos, una corriente humana nos envuelve y arrastra…La ciudad puede ser un escenario bastante árido para aquellos que seguimos los antiguos caminos de la Tierra, para aquellas y aquellos que nos autodenominamos “brujas”… Nos falta el oxígeno, el espacio abierto, los cielos estrellados, nos falta el verde vivo del bosque….

Cuando hace un par de años me mudé a vivir a Madrid mi mundo interior se tambaleó por completo. Aunque me sabía perfectamente la teoría, que los elementos y la magia están presentes en todas partes, era incapaz de poder sentir nada…casi como si me hubiera quedado sordo a mis sentidos interiores. Ni tan siquiera los ejercicios que llevaba años practicando me eran familiares en este entorno, me resultaba imposible hacer una sencilla toma de tierra sin sentir que una corriente inestable y febril de energía me envolvía.

Me gustaría poder decir que fue algo sencillo de superar, pero la realidad es que ha sido un camino duro el que he recorrido hasta llegar al punto en el que me encuentro ahora y decir que he conseguido encontrar una chispa de luz y color en este mundo gris de asfalto.

La vía de escape principal que se puede presentar a la bruja del asfalto son los parques urbanos; pequeños pulmones verdes que no solo generan oxígeno, si no que también nos traen una realidad que cambia, cíclica, que se mueve con unos ritmos diferentes a los que impone la ciudad. El jardín cuenta una historia y tiene una voz propia que podemos aprender a escuchar si nos permitimos el tiempo y la dedicación para conseguirlo. Y además de todo esto nos conecta con el mundo del color!!! La ciudad nos deslumbra con sus colores chillones e hirientes, pero el jardín nos abraza con la calidez de las armonías cromáticas y tonales que relajan nuestra mente y liberan el estrés que acumulamos.

Una de las cosas que más me impacta de los jardines urbanos o parques es como cambia nuestra cadencia de respiración cuando entramos en ellos…todo pasa a tener un ritmo más lento y esto es gracias a ese sutil cambio que se produce al respirar de forma diferente. El aire limpio, los aromas a tierra mojada, las flores, las hojas podridas…todo ello nos conecta con recuerdos que todos tenemos en lo más profundo de nuestra psique y que nos devuelven a un mundo natural…a un ritmo natural…

Fue en estos pequeños jardines donde descubrí de nuevo la magia… Nada de complicados ejercicios ni rituales misteriosos, simplemente deteniendo el ritmo, dejando que la mente desconecte… Pasear, observar, oler, sentir, respirar, tocar… Formas, colores, olores, sonidos…Todo es diferente a la vorágine del asfalto…Hay pájaros, insectos, pequeños roedores…vida… Fue en uno de esos momentos cuando me di cuenta que volvía a sentir, a escuchar…y me encontré entre los árboles del Parque del Oeste (bajo un poderoso roble centenario) contemplando la luna llena que se alzaba, y las lágrimas y la emoción me envolvieron.

Y fue así como poco a poco volví a sentir el poder del brujo en mi interior, y ese poder volvió a cambiar la realidad que me rodeaba. Volvieron los rituales y las risas, el incienso y la luz de la velas, volvimos a saltar la hoguera del solsticio en pleno corazón de Madrid. Porque la magia está en todas partes pero hay que saber verla en nuestro interior primero.

Después de todo esto, sería idílico pensar que nadie debería vivir en las ciudades, deberíamos volver todos a la vida rural. Pero me voy dando cuenta que esa tampoco es la solución. El camino nos llama a transformar las ciudades, a convertirlas en espacios llenos de jardines, desinflando poco a poco el armazón consumista que nos dirige hacia espacios desnaturalizados enfocados al consumo y la publicidad constantes. Debemos reclamar nuestro derecho en nuestras macetas, en nuestros balcones, en nuestros barrios…plantando, floreciendo y sembrando, generando una comunidad orgánica y viva que rompa un sistema obsoleto que nos aboca a la catástrofe climática mundial. Como dicen alguna canciones que cantamos durante nuestros rituales “Somos las semillas del cambio, plantadores del futuro, los que escuchan la voz dormida de la Madre Tierra”

Somos las brujas del asfalto y hemos despertado para cambiar el mundo…todos los mundos…

Fotos: Herbarium Magnus y @witchesofnewyork

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